El caso de Yonohago Kaso

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Ficha del cuento
9.6

Valores

Saber escuchar. Humildad

Enseñanza

Hay que dejarse guiar y aconsejar por quienes nos quieren, porque nosotros solos no lo sabemos todo

Ambientación

Un palacio real en Japón

Personajes

Dos familias reales

Abajo tienes el texto del cuento y un enlace para descargarlo. Úsalo para trabajar el desarrollo emocional y cognitivo de tus niños o tu bebé, y ayudarte en tu labor de padre o madre

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El caso de Yonohago Kaso

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Cuento para aprender a escuchar y ser obedientes

En Japón, en un bonito castillo, vivían dos familias reales, cada una con su papá rey, su mamá reina y su hija la princesa. Aunque las familias reales no suelen compartir sus palacios, estas lo hacían por una razón muy especial: no lo sabían. Y es que la segunda de estas familias era una familia de reales ratoncitos que vivía entre las paredes del castillo. Miembros de la antigua dinastía ratuna de los Kaso, eran orgullosos y comodones: todo lo hacían sus sirvientes, quienes robaban de todo a los verdaderos dueños del palacio. Vivían tan a gusto que nunca salían de su pequeña habitación, y ni siquiera sabía que vivían en un palacio habitado por humanos.

Tantas comodidades y tan poco esfuerzo habían convertido a Yonohago, la princesa ratona, en una mandona impaciente que vivía tan ocupada pidiendo y exigiendo que nunca escuchaba nadie.

- ¡Quiero un pastel ahora mismo!

- ¿De qué sabor, princesa?

- ¡Que no me hables! ¡Quiero mi pasteeeeel!

Sus papás le avisaron de que así se quedarían sin sirvientes, pero no quiso escuchar: estaba demasiado ocupada haciendo lo que ella quería, cuando ella quería y como ella quería. Molestos, los ratones sirvientes se fueron marchando, hasta que no quedó ninguno.

- Ahora te tocará hacer las cosas por ti misma - dijo la reina ratona.

- ¡De ninguna manera! Encontraré nuevos sirvientes- respondió orgullosa.

Y se marchó a buscarlos. Al acercarse a las zonas habitadas por humanos descubrió carteles avisando del peligro.

- Soy la princesa: hago lo que quiero, cuando quiero y como quiero. No pienso hacer caso a nadie. Y menos a unos carteles.

Finalmente, llegó a la salida de la ratonera y se encontró en la habitación de la princesa humana, que dormía la siesta. Yonohago se puso muy contenta a ver a la niña.

- ¡Este animal tan grande será un sirviente estupendo! ¡Venga, despierta, que tengo hambre!

La princesa humana, por supuesto, ni siquiera oía a alguien tan pequeño. La ratoncita, impaciente, trepó hasta la cara de la niña:

- ¡Soy la princesa y he dicho que te levantes, bicho gordo! - dijo mordiéndole la nariz.

La niña se levantó de un salto y dio un grito. Varias personas llegaron corriendo y descubrieron en el centro de la habitación un ratoncillo de gesto orgulloso que parecía querer dar órdenes a todo el mundo. Y era verdad, la princesa ratona estaba enfadadísima con aquellos animales grandotes que tardaban tanto en traerle un pastel y un trozo de queso.

A todos les hizo tanta gracia ver a una ratoncita tan mandona que la guardaron en una jaula y la llevaron a un circo de ratones. Y allí, sin sirvientes ni comodidades, vivió la peor de sus aventuras, pues para conseguir un poquitín de comida al día tuvo que aprender a escuchar y obedecer todas y cada una de las tonterías que el domador le ordenaba.

Y ahora que sabe que se comportó más como una domadora que como un princesa, espera el momento de poder escapar para buscar a todos los ratones que maltrató, pedirles perdón y escuchar atenta cualquier consejo que quieran darle.

¡Vamos a trabajar el cuento, ahora que aún está fresco!

Un minuto para pensar...

¿Sientes que alguna vez puedas comportarte como la princesa Yonohago? ¿Qué crees que lleva a un niño a portarse así? ¿De quién crees que puedes fiarte cuando te dan un consejo? ¿Cómo podrías saber si esa persona quiere ayudarte, o simplemente engañarte? ¿Cómo crees que se siente alguien que intenta ayudar a una persona y ni siquiera es escuchada?

Una buena conversación

Cuéntale a tu hijo alguna vez en que por falta de humildad no quisiste escuchar un buen consejo, centrándote en los detalles de por qué lo hacías y las consecuencias que tuvo. Completa la historia con alguna ocasión en que te hayas dejado guiar sin estar convencido, solo porque confiabas en esa persona, y en la que hayas salido ganando. Luego contrasta las dos historias para que saque sus propias conclusiones

¿Y si pasamos a la acción?

Vamos a convertirnos en una familia de grandes escuchadores. Con la ayuda de unas diademas y algo de foam, cread para cada uno unas orejas de ratón como las de Yonohago. Cuando alguien en la familia esté dejando de escuchar, en lugar de enfadaros, podéis darle las orejas para recordárselo. En cuanto haya escuchado, podrá dejarlas en su sitio y compartir entre todos un trozo de queso (o alguna otra cosa, si es que no os gusta el queso)

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